miércoles, 18 de julio de 2012

Literaturas orientales: Mesopotamia

MESOPOTAMIA

Puerta de Ishtar (Reconstruida) Museo de Berlín
País llano abierto a todas las culturas y susceptible de ejercer influencia hasta muy lejos. En Babilonia se rindió culto al dios Marduk, quien fue el supremo dios de la creación y del destino de los hombres. En Babilonia abunda la arcilla, misma que usaron en forma de placas cocidas, en las cuales dejaron una literatura indestructible. Fue una ciudad mercantil situada a orillas del río Éufrates, donde reinó el poderoso rey Hammurabi (2000 años a.C)  quien recopiló aproximadamente trescientas leyes grabadas en un bloque de basalto de dos metros y medio, el cual constituye el más antiguo código del mundo.  En Nínive, capital de Asiria, situada al norte del río Tigris, el rey asirio Asurbanipal (668-626 a. C) coleccionó una biblioteca compuesta por millares de plaquitas de arcilla. Con el rey Hammurabi se relaciona el invento de la escritura cuneiforme, que en un principio fue una escritura de imágenes, mismas que se convirtieron en talladuras de líneas rectas en forma de cuña; de ahí su nombre.
PRODUCCIÓN LITERARIA
Los documentos literarios de Mesopotamia fueron descubiertos en Nínive: el poema épico-religioso de La Creación "Enuma Elis" y nueve poemas épicos. Dos están consagrados a Enmekar, dos a Lugalbanda y cinco al rey de Uruk, Gilgamesh. El poeta relata las aventuras de un héroe, narra sueños proféticos y hace intervenir a los dioses para destacar las virtudes del protagonista.
En la epopeya de Gilgamesh hay otros elementos, uno de ellos es la tradición del diluvio babilónico que se encuentra en algunas placas de arcilla, que muestra concordancia con la narración de la Biblia. De esto se desprende la idea de que nadie puede escapar a la muerte cuando la deciden los dioses. En el diluvio babilónico sólo se salva Utnapischti, el Noé babilónico. Los remedios que aconseja a Gilgamesh para alcanzar la inmortalidad, los malgasta (Gilgamesh) por su culpa y debilidad, hasta para él, dotado de fuerzas divinas, no hay más eternidad que la de la muerte.

FUENTES CONSULTADAS

CHÁVEZ-OSEGUERA, Eva Lydia. Literatura Universal, 2a. ed., México, Publicaciones Cultural, 1994.

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